Soñar es aprender despierto y despertar es inspiración a los que siguen dormidos
Retomo esta sección para dedicársela a esas personas -con mayúsculas- que me despiertan admiración por su capacidad de contagiar a otros seres humanos que es posible transformar nuestras vidas, elegir libremente aquello que queremos vivir y no guiarnos por lo que nos impone esta absurda sociedad reacia a asimilar un cambio profundo, en sintonía con lo que requiere este nuevo milenio. Esta sociedad de la que habló está enquistada en patrones caducos que aburren y tienen fecha de caducidad, algo que pone sobre la mesa la necesidad de cambio cada vez más urgente. Hoy en día, los coachs son imprescindibles ya que facilitan ese salto de paradigma y esa nueva dimensión transformadora, plano requerido para el ser humano.
MI ENCUENTRO CON DAVID
David Gómez es un coach generoso que abre su mente y su corazón para compartir, con todos los que están en esa órbita del poder del cambio, la importancia que tiene el profundo conocimiento del cerebro. David está especializado en Neurofocus: mente clara y nítida como una pantalla de alta definición, cristalina para bucear en lo profundo y ser consciente de sentir lo que realmente queremos para nuestra vida.
Y es aquí donde hice un click. La claridad y el enfoque mental nos ayudan a proyectar beneficios. Nuestra mente es como una lupa que engrandece lo que queremos. También es como el objetivo de una cámara que capta la realidad que desea. ¿Vivimos lo que deseamos vivir? ¿Es nuestra vida un cúmulo de secuencias fotográficas que van en automático sin detenernos en hacer la foto que queremos? Séneca decía: ‘malos vientos soplan para aquel que no sabe dónde va’. Es cierto que Colón no sabía donde iba, pero se puso en marcha soñando con navegar el océano para descubrir nuevos mundos y descubrió un nuevo continente. Pero si nuestro barco va a la deriva y a nuestra vida no se le pone un rumbo, nuestro destino se lo regalamos a otros. Si no decidimos, decidirán por nosotros y eso es más peligroso de lo que creemos. Y también es verdad que seguimos bailando en la cubierta mientras el Titanic se hunde.
Nuestro cerebro es una máquina prodigiosa, así nos lo enseñaba David en su masterclass. Si se enchufa en automático se convierte en una potente grabadora y reproductora que va por inercia convirtiéndonos en seres con unos programas muy tontos, muy banales, que activan una información grabada y que puede estar muy mal almacenada. Un borregomatrix colapsado de creencias limitantes y patrones que no corresponden a nuestros sueños y actúan en diferido. Pensamientos virtuales que actúan en nuestro interior y que damos por válidos sin ser cuestionados. También secuestros emocionales y alteraciones químicas procedentes de nuestra poderosa fábrica de narcóticos instalada en el hipotálamo. ¿Resultado? Energía descontrolada al servicio de nuestra infelicidad y desesperación intrincada en un laberinto sin salida. ¡Qué gran descubrimiento el saber que estar focalizados es fundamental para alcanzar nuestros sueños!
La realidad que nos ha tocado vivir o el mundo que hemos permitido construir no favorece o favorece muy poco a estar enfocados. Vivimos distraídos continuamente, entretenidos en banalidades y enganchados a placeres inmediatos. No estamos entrenados en poner atención, en fijarnos en lo esencial. El fenómeno de la dispersión constante inunda nuestras vidas. Lo cierto es que cuando decidimos salir de toda esta entelequia vírica que nos abduce y acometemos una reprogramación con nosotros mismos -o mejor una neuroprogramación- podemos crear un software potente que se ponga a nuestro servicio y no al servicio del sistema idiota que reproduce siempre lo mismo llevándonos exactamente a lo opuesto de lo que soñamos.
David Gómez ayuda a neuroprogramarnos por que todo lo que nos ocurre está dentro. Vamos por la vida ‘a ver qué pasa’ en vez de ir por la vida ‘a que nos pase lo que queremos que nos pase’. Y el botón de PLAY o RESET lo tenemos nosotros. El pulsar uno u otro determina el resultado. Este trainer de élite, especialista en liderazgo consciente, tiene un método para desarrollar el infinito potencial que tiene la mente dirigida por nosotros y no en modalidad ‘piloto automático’. Esa es la trampa pues la comodidad del piloto en automático es útil siempre que el programa se haya reseteado, limpiado de virus y con órdenes precisas para alcanzar nuestros logros. Desgraciadamente no es así o, en la mayoría de los casos, la inercia es piloto automático de nuestra existencia. Dirigir la mente, poner esa máquina prodigiosa a nuestro servicio, es el espectacular trabajo de este coach singular con la disciplina de la neurociencia acoplada a la materia que imparte Neurofocus.
Ahora que está tan de moda el neuromarketing, el neurotrendy, la neurociencia, es el momento de saber que nuestro cerebro es como plastilina, que se puede modelar. Las neuronas se regeneran cada vez que soñamos, cada vez que tenemos una idea y la queremos poner en marcha. Es entonces cuando se produce una masa crítica neuronal que desemboca en nuevos campos sinápticos que producen descargas, activando cambios impresionantes en nuestra vidas. Empezamos a crear órdenes puras para redirigir nuestra mente hacia lo que deseamos alcanzar, donde el enfoque es un acto programado y responsable de una nueva proyección, con un feedback de la realidad que antes se diseñó en nuestras neuronas. Ellas solitas han verbalizado y han dejado de ser materia gris para convertirse en hechos tangibles. ¡El cerebro es impresionante!
A la conquista de uno mismo, al descubrimiento de lo que siempre hemos querido ser, se nos abre un nuevo paradigma donde descubrimos cómo se entrena la mente. Atención, concentración y enfoque son las pastillas azules de Matrix para saltar del sistema y ser los Morfeos de nuestra vida, los dioses de nuestros sueños. De esta forma, estaremos potenciando la creación de nuevas redes neuronales en el lóbulo central. ‘Focus Dreams’ así lo bautizo. Vamos todo el día focalizando nuestros sueños, proyectando con claridad lo que queremos y obteniendo nuestro reflejo. ¿Cuál es el resultado de nuestra proyección? Estamos altamente capacitados para obtener infinitos beneficios y, sin embargo, vamos por la vida como decía Frank Pucelik (maestro de la Programación Neurolinguística) como un accidente con patas.
¿Qué pasaría sí os dijera que la toma de de- cisiones depende de un foco correcto, una dirección clara y un deseo alineado con vuestra verdadera esencia? ¿Marcará la diferencia en nuestra calidad de vida? Empezar a col- mar nuestra existencia de infinitos beneficios puede ser el resultado de nuestra milimétrica proyección ajustada, donde los automatismos nocivos se han borrado de un sistema que tiende cada vez más a la excelencia.
¿Qué parte del cerebro tiene más actividad? Y, ¿cómo sabemos lo que estamos accionando? ¿Quién pulsa los botones? Tenemos consciencia o generamos automatismo que puede ser tan nocivo y que nos lleva siempre al mismo lugar. Un lugar que puede ser aquel donde ya no queramos estar.
Una de las palabras maestras que pulsé para introducirme en el increíble mundo del coaching transformador fue ‘flexibilizar’. Y, poco a poco, se ha introducido este concepto dejando de ser un mero concepto para ir convirtiéndose en una aptitud en lo que podría definirse como ‘way of life’ o ‘style of life’. Volver a ser niños que crecen, adaptándose a lo que soñamos y no a lo que nos imponen.
Con David aprendí herramientas para ‘ablandar la masa encefálica’. La neuroplasticidad del cerebro es posible. Nuestro gran problema es la rigidez mental que tenemos a la hora de mirar la vida y ver la realidad con hieratismo, algo que nos genera un malestar muy profundo y, para colmo, no sabemos identificarlo. El palo que tenemos dentro pasa factura. Necesitamos elasticidad de pensamiento, modelaje de nuevos patrones y habilidades que queremos adquirir para llegar a la excelencia de nosotros mismos.
Tenemos que tener una visión periférica, tomar consciencia del poder de observación y tener una postura poderosa de estar presente desde la consciencia. Por ello aprendí a respirar pero a respirar conscientemente. La respiración es algo que no valoramos por que lo damos por hecho. Sin embargo, se trata de un acto imprescindible pues, sin ella, desfallecemos hasta la muerte. Debemos la vida a la respiración y, este acto natural que parece insignificante, cobra una importancia cuando nos quitan el oxígeno o cuando nos concentramos ‘amablemente’ en respirar con consciencia. Es aquí cuando se prepara la cama elástica del cerebro para hacer sus pinos puentes con los pensamientos y empezar a modelar esas imágenes del futuro que nos gustaría acercar a nuestro presente.
Cuando conectamos a nivel profundo resulta que llegan los mensajes. Esto es muy poderoso. Lo que significa que estamos durante el día enchufados a la superficie de las cosas y, en realidad, todo es ‘encefalograma plano’. No es la vida que nos da felicidad, ni alegría auténtica. Los mensajes internos tienen la capacidad de transformar nuestra vida y activar significados reveladores. Todos, o la mayoría, padecemos de unos personajillos que ‘autosabotean’ nuestros sueños. La identificación de ellos nos ayuda al gran crecimiento. El cerebro es nuestra arma para detectar y el amor es nuestro aliado para limpiar. Pero, ¿cómo nos conectamos con el amor para limpiar el sabotaje? La magia está en la aceptación de lo que hacemos con nuestro pensamiento, creer lo que queremos para crear con el pensamiento lo que pensamos crear.
Sutil distinción. ¿Primero ver y creer? o ¿creer y luego ver? El creer desde el principio cambia radicalmente la diferencia. Nuestro cerebro valida muchas veces lo que no queremos porque lo hemos aceptado desde el principio en automático y no valida lo que queremos porque no lo aceptamos. Es una especie de troyano vírico que requiere una maestría de hacker para reinstalar un programa maestro donde el que gobierna es nuestro ser, para hacer lo que requiere y marca nuestro ser. Y el ser no está en un mapa mental, está en la espiritualidad de nuestra vida. La aceptación no es algo mental, es una manera de sentir desde elcorazón. ‘No somos, pensamos que somos’.